Los festivales de música de todo el mundo ya han desvelado los artistas que pasarán por sus escenarios. Habrá artistas y estilos para todos los gustos, desde el rock, hip hop, jazz, indie… ahora toca bailar, cantar y disfrutar.
En Barcelona tenemos el Primavera Sound, el más popular y más grande de Europa y el Sónar, el acontecimiento cultural que combina arte, vanguardia y experimentación. Pero no debemos olvidarnos del mítico Glastonbury o Pinkpop, Rock in Vienna, Download o el I-Days Festival.
Ir a un festival es todo un ritual. Desde comprar la entrada, buscar alojamiento, como vivimos el festival o hasta donde nos ubicamos en los conciertos. Pero al igual que en la vida, no es lo mismo ir a un festival a los 30 años que a los 20. ¿O es que cuando tenías 20 hacías todo esto?
A los 30 ya debemos ponernos una alarma en el móvil para acordarnos de cuando comprar las entradas. No como a los 20 que sabíamos exactamente cuándo se iniciaba la venta de entradas y nos habíamos coordinado con todos nuestros amigos para que nadie se quedara sin entrada.
A los 20 íbamos a todos los conciertos, nos conocíamos cada artista y su discografía… A los 30 seleccionamos, elegimos, escogemos y seguramente repetimos nuestros grupos favoritos.
Ahora sabemos que ir a un festival requiere de su preparación: nevera para enfriar las bebidas, silla plegable, crema de sol y hasta botas de lluvia por si acaso. No como a los 20, que unas gafas de sol llamativas, collares de flores, litros del vino más barato y una roñosa colección de pulseras de festivales pasados era todo lo que llevábamos encima.
A los 30 hay una ruptura irreconciliable con los 20: el alojamiento. Si justo después de cumplir la mayoría de edad ansiábamos compartir intimidad y ducha fría con los otros miles de festivaleros, a los 30 no es así. Sabemos de lo importante que es una ducha caliente, una cama cómodo y siete horas de sueño… así que ya tenemos reservado desde hace semanas nuestro alojamiento en el hotel o apartamento más cercano con HomeToGo.
Tu yo primerizo sabe que, si quiere obtener un buen campo de visión en los conciertos, va a tener que usar los codos y la picardía. Tu yo maduro sabe que todo se basa en encontrar el lugar estratégico: un cubata en la mano, una zona algo elevada para ganar visión y una manta por si apetece disfrutar del concierto tirado a la bartola.
Las resacas. ¿Qué? A los 30 son mucho más duras eh. Si a los veinte las borracheras son parte del festival, a los 30 son un drama. Un cubata de más, una boca demasiado seca, un ardor horrible en el estómago y un buen ibuprofeno que frene la orquesta que tenemos en la cabeza.
La comida no se ve igual a los 30 que a los 20. Ahora no falta TripAdvisor en nuestro móvil para saber dónde disfrutar de una buena comida en los restaurantes más valorados. A los 20, con unos sándwiches de bimbo y chorizo de nuestra madre ya nos iba bien.
Sea como sea, disfrutad de los festivales. A los 20, a los 30 y ¡hasta el más allá!