El canto de las sirenas casi perdió a Ulises. La música y los sonidos embrujan, seducen, consuelan, asustan y estimulan los sentidos desde tiempos ancestrales; también están presentes en los grandes acontecimientos de la vida pública y privada. El origen de nuestras sonajas, flautas, arpas, platillos, órganos, castañuelas y un sinfín de instrumentos modernos se remonta a miles de años atrás. De Irán a la Galia, la exposición Músicas en la antigüedad reúne un conjunto excepcional de 373 piezas delicadas procedentes, en su mayor parte, de las colecciones del Musée du Louvre, y también de unas veinte instituciones internacionales, entre ellas el Metropolitan Museum de Nueva York, los Musei Capitolini y el Museo Nacional de Atenas. Desde los sellos cilíndricos mesopotámicos hasta los relieves monumentales romanos, pasando por los papiros egipcios y los vasos griegos, algunas de las piezas nunca antes habían sido exhibidas. El recorrido de la muestra incluye también una serie de dispositivos sonoros, gracias a los cuales es posible escuchar reconstituciones de sonidos de instrumentos antiguos, así como el canto más antiguo del mundo que se conoce hasta la fecha. La exposición recorre tres mil años de historia y es fruto de la alianza estratégica con el Musée du Louvre para la organización conjunta de exposiciones en nuestro país.
Casi 400 piezas de unos veinte museos
Desde Irán hasta la Galia, los vestigios milagrosamente conservados de instrumentos, los fragmentos de notaciones musicales y las múltiples representaciones de intérpretes que han llegado hasta nuestros días evocan los sonidos de tres mil años de historia (del 2900 a. C. al 395 d. C.). La exposición reúne un conjunto de piezas singulares, de sensible y delicada belleza: instrumentos y escenas reproducidas en tres dimensiones en vasos griegos, mosaicos y monedas.
Tablillas mesopotámicas, estelas egipcias, cerámicas griegas, relieves históricos romanos y una colección de instrumentos antiguos de música cuyo estado de conservación a menudo sorprende. En total, se presentan 373 piezas, 278 de ellas pertenecientes al Musée du Louvre. Las obras proceden también de la Bibliothèque nationale de France, el Metropolitan Museum de Nueva York, el Museo Nacional de Atenas, el Museo Archeologico Nazionale de Nápoles, los Musei Capitolini, la Centrale Montemartini de Roma, el Museo Nazionale Romano y el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, entre otros centros.
El hecho musical se aborda desde distintas perspectivas. Los trabajos llevados a cabo recientemente en el campo de la arqueología experimental han permitido recuperar sonidos que se creían perdidos. También se presenta el contexto eminentemente religioso de la música, así como el sociocultural. La exposición recupera las leyendas sobre el origen divino de sonidos e instrumentos: del demiurgo sumerio Enki al inventor de la lira, Hermes.
La música interviene en todas las facetas de la vida: exalta el poder de los soberanos, acompaña en la guerra y es omnipresente en la escena cívica y en el vínculo con lo divino. Está ligada a todas las etapas de la vida: la infancia, la juventud, la madurez y la muerte. Alrededor del hecho musical se crean oficios, desde el de lutier hasta el de maestro de música, mientras que algunos intérpretes extraordinarios han alcanzado una gran fama en este campo.
Sarcófago de las Musas, 150-160 d.C. Roma (Italia). Mármol. Musée du Louvre. © RMN-Grand Palais, Musée du Louvre. Foto: Stéphane Maréchalle
Los sonidos antiguos: ¿un mundo desaparecido para siempre?
Imaginemos que, dentro de 2.000 años, tan solo quedasen como muestra de lo que fue la música occidental algunas partituras de Mozart, pequeños fragmentos de las canciones de Brel e instrumentos musicales dañados o rotos. En cierto modo esta es la situación a la que se enfrentan hoy los especialistas de las músicas de la antigüedad, que solo disponen de elementos incompletos, tanto en lo que respecta a las pocas «partituras» existentes como a los instrumentos que se han hallado fragmentados en tumbas, casas o santuarios. Existen, eso sí, numerosos textos y miles de imágenes que muestran escenas de la vida musical y a partir de los cuales los especialistas recomponen el entorno sonoro de cada cultura, gracias también a los últimos avances en el ámbito de la investigación. Aunque las sociedades antiguas parecen compartir ciertos instrumentos musicales y ciertas prácticas, hay en ellas una serie de formas de expresión musical que les son propias.
El oído de los dioses
En las sociedades donde lo sagrado está presente en todos los momentos de la vida cotidiana, todo pretexto vale para intentar atraer la atención de los dioses y, así, obtener su benevolencia: oraciones, cantos, hechizos, himnos y murmullos rituales. En el ámbito de lo sagrado, la música es parte integrante del rito a través de los sacrificios, las procesiones y las fiestas religiosas. Se considera una gran intermediaria, ya que a algunas divinidades se las asocia estrechamente con los sonidos. En Mesopotamia, el dios Ea inventa los encantamientos, las invocaciones mágicas. En Egipto, la diosa Hathor preside las fiestas al son del sistro y de la pandereta. En la civilización grecorromana, Apolo con su lira es el dios músico y poeta por excelencia. El instrumento musical es, a menudo, un atributo o incluso una invención de la deidad y, como tal, se suele depositar como exvoto en los santuarios.
Grupo de figurillas conocido como «Concierto de Egina», Siglo iii a. C. Arcilla pintada. Musée du Louvre. © RMN-Grand Palais, Musée du Louvre. Foto: © Anne Chauvet
Los sonidos del poder
El sonido forma parte del ceremonial del poder y de la puesta en escena de la autoridad. Así pues, hay un gran número de músicos y músicas al servicio de los poderosos, del Estado y de la ciudad. En las monarquías antiguas, tienen la función de animar la vida de la corte, de marcar el ritmo de los cortejos, de exaltar el poder divino del soberano o de acompañar sus campañas de guerra al son de la trompeta o al ritmo de la percusión. En Oriente y Egipto, los miembros de la familia real participan activamente en el culto y en su dimensión acústica. La música, omnipresente en los rituales cívicos, contribuye al funcionamiento de las sociedades antiguas y, en la cultura griega, se convierte en parte esencial de la formación del ciudadano. En el mundo grecorromano, ofrece una representación armoniosa de la ciudad a través de las procesiones y los certámenes. Estas demostraciones públicas experimentan un nuevo impulso con los triunfos que celebran la grandeza de Roma.
El poder de los sonidos
La música afecta los sentidos: si es alegre y ligera, incita a bailar; si es lenta y triste, invita a la melancolía. Las sociedades antiguas creen en su capacidad para influir en el estado del alma y del cuerpo; en la filosofía griega, incluso hay una teoría sobre los poderes de la música. Según sus efectos, la música se puede recomendar para proteger y para curar, pero también se puede prohibir, como por ejemplo en el culto a Osiris en Egipto. Acompaña a las personas en determinados momentos de la vida, como por ejemplo los ritos de paso relacionados con el nacimiento y la muerte. Permite expresar emociones que a veces son fuertes o violentas, o aporta consuelo durante el duelo. Tiene una dimensión mágica a través del sonido de los objetos de bronce, como las campanillas, los címbalos, los cascabeles o los gongs. Todos estos sonidos pueden utilizarse en determinados rituales, tanto para atraer como para alejar al enemigo.
Arpista (pavimento de mosaico), 241-272 d.C. Bishapur, Irán. Piedra y mármol. Musée du Louvre. © RMN-Grand Palais, Musée du Louvre. Foto : Franck Raux
Los oficios de la música
En la práctica musical se distingue claramente entre el músico amateur y el profesional, cuya actividad tiene las características de un verdadero oficio: el músico sigue un aprendizaje, asimila las técnicas y los gestos necesarios, transmite sus conocimientos y recibe una gratificación. Entre los músicos profesionales, hay que distinguir entre «las estrellas», que son recompensadas por soberanos y ciudades, y los simples ejecutantes, cuya función básica es participar en los ritos o animar los banquetes. Las mujeres también pueden vivir de este arte, pero a menudo tan solo pueden tocar en los palacios de Oriente y en los templos de Egipto. Algunas consiguen hacer de ello su profesión, en ocasiones a costa de forjarse una dudosa reputación. En lo que respecta al oficio de lutier, tan solo se documenta en el mundo grecorromano, pero la observación de los vestigios muestra la increíble destreza de los artesanos y la riqueza de los materiales empleados para la fabricación de los instrumentos.
Instrumentos viajeros
La región mediterránea siempre ha sido un espacio de intercambio y de circulación entre Oriente y Occidente. Los músicos se desplazan cuando hay migraciones, misiones diplomáticas o certámenes y recitales. Viajan por tierra y por mar con sus instrumentos y, de este modo, contribuyen a difundir técnicas y sonidos nuevos. El circuito de difusión de los instrumentos musicales es una cuestión compleja que no se puede limitar a los desplazamientos. El arpa es un buen ejemplo de ello: se constata su existencia en el tercer milenio antes de Cristo tanto en Egipto como en Oriente, así que no puede hablarse de un solo foco a partir del cual se hubiera extendido su uso. Hay otros casos que reflejan este diálogo entre civilizaciones: en la isla de Chipre, situada en el corazón de los desplazamientos mediterráneos, confluyen distintas corrientes musicales, y Alejandría, fundada por los griegos en Egipto, desarrolla una sólida cultura musical e inventa un nuevo instrumento que tendrá gran éxito durante el Imperio romano, el órgano hidráulico, antepasado lejano del órgano de iglesia.
Del 9 de febrero al 6 de mayo de 2018
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